Mayor Víctor Jesús Vargas
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Mayor Víctor Jesús Vargas


Cuando entré en el despacho del director del periódico, no sabía que esperar en realidad, ¿Realidad? ¿A cuál realidad me refería? Ya no estaba tan seguro de ella, ni de nada en la vida.

Pero comencemos por el principio.

Me sorprendió mucho la llamada de Aradelia, hablar con una ex-novia siempre es desconcertante pero más aún cuando tenía siete años sin hacerlo. Sí poseía su número de teléfono y eventualmente le mandaba una felicitación por WhatsApps en navidades y en sus cumpleaños. No lo voy a negar, Aradelia González siempre ha sido el amor de mi vida, pero las circunstancias se encargaron de abrirle los ojos durante nuestros años en la facultad de comunicación, así que prefirió casarse con un militar de profesión y olvidarse de este reportero de medio pelo, si ella supiera cuanto la extrañaba, seguro que no me llama para pedirme aquel favor.

—Aló, Ara ¿en verdad eres tú? —la saludé a través de mi smartphone, sin poder ocultar mi sorpresa—. ¿Y ese milagro qué me llamas hoy?

—Hola Joaquín Vergara —respondió Aradelia, algo incómoda—. ¿Cómo has estado?

—Pues estoy muy bien, gracias por preguntar. Me hago cada día más gruñón.

—¡Ja, ja! tu siempre has sido un gruñón Joaquín, no trates de engañarme.

—No te engaño, te lo juro, solo hago el apunte a pie de página.

—Siempre con tu jerga pseudo-intelectual Joaquín, eso me gustaba mucho de ti, recuerdo tu entusiasmo en las prácticas de debate en la facultad, si no la ganabas la empatabas, pero nunca te rendías.

—Ese es el problema con las personas que leemos mucho, siempre sonamos como intelectuales cuando realidad no somos más que simples proletarios.

—¿No vamos a hablar de política verdad? Mira que todos están adelgazando con la dieta de Maduro, en estos días fui a visitar a mi mamá y vi que a mi hermanita se le notan las costillas de lo delgada que está.

—¡Hermanita! Yusleidy ya tiene veinte años y es toda una mujer, la última vez que la vi, hasta novio tenía.

—Sí, ya se quiere casar y todo, pero con la situación como está ahora mismo es imposible, la otra vez me comentó que si reunía el sueldo del novio y el de ella, no les alcanzaba ni para alquilar una pieza, y para comer ni se diga.

—Si Ara, la situación está muy jodida, si me vieras que hasta he bajado dos tallas de pantalón, te sentirías orgullosa de mi, recuerdas cuantas veces quisiste que me pusiera a dieta y nunca logré bajar más de dos kilos, ahora con la escases de alimentos llevo 12 kilos menos y contando.

—Te creo Joaquín, yo también he rebajado algunos kilos, he tenido que comprar ropa nueva porque las anteriores me quedaban como sábanas colgando.

—¡Je, je! suerte que tienes para poder comprarte ropa nueva, yo con mi sueldo en el periódico ni para comer me alcanza, la poca ropa que he adquirido ha sido de segunda mano, hasta zapatos usados me ha tocado comprar.

—¡Ay pobrecito Joaquín! le voy a decir a Víctor Jesús que busque entre su ropa a ver si tiene algo para darte.

—Ni se te ocurra Ara, sabes que no lo voy a permitir.

—Disculpa Joaquín, no te quería molestar con eso, solo quería ayudar.

—Lo se Ara, no te preocupes, pero mejor cambiemos el tema que eso si me puede poner de mal humor.

—Pues espero que el favor que te voy a pedir no te vaya a poner peor.

—¿Tú me dirás, para qué soy bueno?

—Necesito que te reúnas con mi marido porque tiene algo importante que decirte.

—¡¿Qué tu marido qué?!

No pude rechazar la petición de Aradelia, no era que verme cara a cara con su actual esposo me provocara particular interés, pero me lo pidió como un favor personal, me comentó que el Víctor Jesús Vargas hacía dos años tenía el rango de Mayor en las FANB. Particularmente yo abominaba aquellas siglas, desde antes que nuestro difunto presidente le añadiera la B, no sentía más que desprecio por todos sus integrantes, de mi brotaban muchos instintos discriminatorios frente a esos uniformes de color verde reptil.

Sin embargo el Mayor Víctor Jesús Vargas se presentó en el café vestido de civil, debe haberse notado mi sorpresa en la cara porque me lo hizo saber al instante.

—No suelo hacer diligencia en uniforme, espero que eso no te moleste amigo Joaquín —me dijo el Mayor Víctor Jesús Vargas, el marido de mi Aradelia González, tuteándome con descaro, y estirando su mano derecha hacia mí con clara intención de estrechar la mía—. Siempre que puedo leo tus reportajes en el periódico.

—Ah pues, me honra usted —le respondí tratando de mantener el tipo y dándole un fuerte apretón de manos, como se merecería un militar de carrera—. Solo trato de hacer mi trabajo lo mejor que puedo.

—Lo haces muy bien, en mi humilde opinión —dijo el Víctor Jesús, marido de mi Aradelia González, mientras tomaba asiento frente a mí—. Mi esposa siempre me ha hablado muy bien de ti, así que me tomé la molestia de leer tu trabajo para… calibrarte mejor, digamos que es una paranoia que uno desarrolla en mi profesión.

—¿Tratando de conocer mejor al enemigo? —le disparé a quema ropa, solo por hacerle un favor a Aradelia no tenía por qué ser amigable también ¿cierto?—. No se ofenda por mi honestidad.

—No me ofendo, no te preocupes Joaquín —encajó con elegancia el Víctor Jesús—. De algún modo eso mismo he notado en tus artículos en el Info-Tardes. A pesar de que ese periódico fue comprado por el gobierno y cambió su línea editorial, tú has logrado mantener la imparcialidad.

—Si se refiere a la línea editorial roja-rojita que nos impone el régimen, pues si, trato de mantenerme al margen y a la vez mantenerme a flote, yo también necesito llegar a último de mes —le dije con franqueza al Víctor Jesús—. Sin embargo, no ha resultado fácil, muchos de mis compañeros de profesión han claudicado, algunos han emigrado del país, yo sin embargo, prefiero quedarme, aunque no sé muy bien por qué.

—Todos tienen sus motivos para emigrar o para quedarse en Venezuela Joaquín —dijo el Víctor Jesús después de un pequeño silencio—. Sin embargo te voy a confesar que sean cuales sean los motivos para irse o para quedarse, resulta que no hacen ninguna diferencia.

—¿Cómo así? Pero si en esta Venezuela Bolivariana no hay esperanza de progreso, nuestra calidad de vida se vino hasta el subsuelo, no ganamos ni siquiera para comer decentemente, hasta los perros callejeros están esqueléticos —le dije al Víctor Jesús con más mala baba de la que hubiese querido—. Disculpe Mayor, no quise ser grosero con usted, no es su culpa que todo se haya ido a la mierda en este país.

—No te preocupes Joaquín, te entiendo, y no me digas Mayor, dime Víctor, realmente me gustaría ser tu amigo —respondió un pensativo Víctor Jesús—. Además, te aseguro que con lo que vengo a decirte te darás cuenta que en realidad la política no tiene la más mínima importancia.

—¿Cómo que no tiene importancia Víctor? ¿Qué dice? Si precisamente por ser un pueblo políticamente inmaduro es la causa de haber puesto en el gobierno a esta banda de malandros de cuello blanco y camisas rojas —le dije a Víctor Jesús sin esperar respuesta

—. No me venga con el cuento de que nos merecemos está calamidad.

—No Joaquín, no es eso lo que quiero decir, simplemente digo que no tiene ninguna importancia todo aquello que se escapa de nuestro control, nada podemos hacer ante esto, del mismo modo que un ratón metido en una habitación donde duerme un gato; el pobre roedor ya está condenado, solo puede tratar de pasar desapercibido, es cuestión de tiempo que el gato se despierte y lo cace por hambre o por puro aburrimiento.

—Creo que me perdí ¿Acaso los venezolanos somos simples ratas de laboratorio? —le pregunté a Víctor Jesús, mientras buscaba un yesquero en mis bolsillos para encender un cigarro, necesitaba tabaco para quitar el mar sabor de boca que me deja hablar de política con alguien que no parece ver la realidad—. No puedo creer lo que estoy oyendo, y menos de alguien preparado como usted, un militar de alta graduación…

—De media graduación —me interrumpió y sacando un Zippo de su bolsillo me ofreció fuego para mi cigarrillo—. Aunque eso en realidad tampoco tiene importancia amigo Joaquín. Las graduaciones, los títulos universitarios, los cargos políticos…nada de eso importa. Solo somos peones de un juego que nos sobrepasa y que creo que jamás podremos comprender…

—Ya va Mayor, bájale dos a su discurso, que me tiene perdido —le dije interrumpiendo su perorata con una calada a mi Consul de cajetilla blanda—. Podría explicarme todo desde el principio, si no es mucho pedir.

—Verás Joaquín —dijo después de un significativo silencio—. Yo mismo no estoy seguro de nada, pero tengo algunas ideas, digamos que he juntado los puntos y me dan una forma aproximada del asunto.

—¿Cómo que ha juntado los puntos? —Mi voz expresaba mi creciente consternación, por suerte la nicotina que recorría mis pulmones hizo lo suyo para aplacar mi estado de ánimo, así pude escuchar el resto de la historia de Víctor Jesús, el esposo de mi Aradelia González—. No encuentro claridad en sus palabras.

—¿Ha visto usted esas revistas de pasatiempos que venden en los semáforos? ¿Sí? Pues uno de mis favoritos siempre fue ese juego de juntar unos puntos con líneas rectas que iban mostrando poco a poco formas de animales y cosas así, pues yo veo la vida de la misma manera, es un talento natural que poseo, y por eso me destacaron desde hace unos años en un departamento que oficialmente no existe en las Fuerzas Armadas Nacionales, y menos desde que son Bolivarianas.

—¿Y qué departamento es ese?

—Espionaje.

Casi me trago el cigarro debido al ataque de tos, hasta tuve que soportar dos palmadas humillantes en la espalda de parte del Mayor Víctor Jesús.

—¿Estás bien Joaquín? ¿Quieres que te pida un vaso de agua? —dijo y sin esperar respuesta le hizo señas al mesero—. No te me vayas a morir aquí, Aradelia nunca me lo perdonaría.

—No se preocupe —respondí y me tragué medio vaso de agua para poder respirar mejor—. A ver si entiendo, está usted diciendo que dentro de las FANB existe un departamento de espionaje ¿Pero espionaje de qué?

—De muchas cosas, trabajamos en varios sectores, algunos de nosotros investigamos organizaciones privadas, fundaciones, cámaras de industriales y comerciantes; otros nos especializamos en infiltración de movimientos subversivos, como los que surgen en las universidades —dijo el Mayor, al cabo de un momento—. No es algo para sentirse orgulloso, pero órdenes son órdenes, lo cierto es que desde que estaba en la academia militar se me daba bien el espionaje, era solo un juego, un hobbie entre hermanos de curso, pero mis superiores se dieron cuenta de mis aptitudes y me formaron a conciencia, lo que nunca pensé es que fuese a utilizarlas contra mis conciudadanos, siempre creí que los usaría contra un enemigo extranjero, pero como puedes ver, la vida no es como debería ser, simplemente es como es.

—Esto que me dice es algo muy gordo Mayor —Me tragué el resto del agua que había en el vaso para poder continuar—. En este país, desde la dictadura de Pérez Jiménez no ha habido un departamento de inteligencia contra la ciudadanía, esa es una cicatriz muy deshonrosa en nuestra historia.

—No seas ingenuo Joaquín —dijo el Mayor Víctor Jesús con un movimiento de cabeza—. Siempre ha habido cuerpos de inteligencia en Venezuela, en Colombia, en Estados Unidos, en Europa y hasta en el culo de mundo hay espías militares de distinto nivel. Todos espían a todos Joaquín, así somos los seres humanos, todos queremos poder y el conocimiento lo es.

—Pero eso que me dice está fuera de la ley, las FANB están para proteger a los venezolanos, no para intrigar en su contra —dije con la garganta seca. Pedí otro vaso con agua al mesero—. ¿Le molesta si grabo esto que me dice?

—Le suplico que no lo haga Joaquín, no por mí, sino por Aradelia, por su seguridad —Algo perturbador en sus ojos me convenció, así que desistí de grabar nuestra conversación—. Le prometo que si me escucha le compensaré, se lo prometo.

—Muy bien —respondí al cabo de un momento—. Tiene toda mi atención, cuénteme su historia.

—Recuerda las manifestaciones estudiantiles que ocurrieron hace dos años —dijo el Mayor, al cabo de unos instantes de reflexión—, después que saliera electo el presidente Maduro, guarimbas las llamaron en la prensa nacional, pues bien, en esa época teníamos algunos elementos durmientes en las universidades tratando de identificar posibles líderes anti-revolucionarios, teníamos una lista de nombres, pero cuando todo explotó, las cosas se salieron de nuestras manos rápidamente, cada día brotaban docenas de líderes y movimientos sin estructura previa, llegó un punto donde no dábamos abasto, además tuvimos que apoyar a la guardia nacional y articular operativos a diario con elementos civiles fieles al proceso, no fue fácil, pero con ayuda lo logramos… a la larga.

>>Fueron meses muy duros de trabajo, casi no teníamos tiempo de dormir ni de ver a nuestras familias, como te dije antes, no nos hacía sentir orgullosos el tener que enfrentarnos a ciudadanos desarmados, pero las órdenes eran claras, había que aplacar a la población a cualquier precio, y lo de cualquier precio era literal, jamás había visto tanto derroche de recursos, incluso la alta jerarquía de la FANB aprovechó la coyuntura para incrementar la soldada en todos los eslabones de la cadena de mando, dentro del organismo nos vimos beneficiados en metálico y en especias para mantener la motivación y la moral alta, pero el pueblo seguía levantándose como el sol cada mañana.

>>Fue al cabo del segundo mes de las guarimbas que escuché por primera vez de los asesores.

>>Era un secreto a voces que el difunto presidente Chávez estaba rodeado de un séquito de consejeros cubanos y rusos, pero nunca tuve la oportunidad de trabajar con elementos de ese tipo, mi oficialidad siempre fue más criolla que una arepa, tampoco sabíamos si el nuevo presidente mantendría ese mismo círculo de personas a su alrededor, así que recelábamos de tener que obedecer órdenes de extranjeros, que de paso, pudieran no ser militares.

>>Estaba muy equivocado, era algo peor.

>>Al comienzo del tercer mes de las guarimbas aparecieron por primera vez en mi destacamento los tan esperados asesores. Nos reunieron en una sala situacional a todos los encargados de inteligencia y logística, pensábamos que vendrían a dar un montón de órdenes, pero para nuestra sorpresa solo dieron dos; la primera fue que le facilitaran acceso físico a todos los detenidos durante los dos primeros meses que llevábamos en alerta roja; y segundo: que se ubicaran y detuvieran a todos los sospechosos identificados que aún no hubiesen caído en nuestras manos.

>>Nos limitamos a obedecer las órdenes, sin embargo yo agregué una orden adicional a mis subordinados, que se dieran prioridad a las zonas rojas, esos sectores de país que se habían mostrado más activos en esos primeros meses, la región andina y central en particular. Resulta que los asesores me llamaron a capítulo, uno de ellos me entrevistó personalmente y me recordó mi deber de obedecer sin contemplaciones, pero no pude quedarme callado, siempre he sido de inteligencia, desde la academia, no podía evitarlo, así que le hice preguntas y le ofrecí planes, le mostré mis ideas. Nada de eso le importó, me recordó de nuevo que mi deber era obedecer y nada más.

>> ¿Qué cómo eran esos asesores? Mi primera opinión fue bastante prosaica, me parecieron tecnócratas, ejecutivos de cuello blanco, parecían banqueros, todos eran caucásicos adultos, alrededor de unos treinta y cinco años, cuarenta como mucho. Se vestían de traje y corbata, algunos de ellos portaban extraños maletines sin marca. Siempre iban en parejas, pocas veces vi más de dos asesores juntos. Hablaban un español muy correcto, sin acento, pero te aseguro que no eran venezolanos, mira que yo tengo buen oído para los acentos y nunca pude identificar de dónde procedían. Jamás mostraron identificaciones de ningún tipo, simplemente teníamos que obedecerles y punto.

>> ¿Qué me hizo sospechar de ellos? Eso es muy simple de responder: hacíamos lo que nos pedían y la situación comenzó a mejorar para nosotros.

>>Habilitamos salas de interrogatorios para su uso exclusivo, se careaban con cada detenido, con cada sospechoso, hasta cada sospechoso de ser sospechoso, y resultó. Todos y cada uno de los elementos que pasaban por sus manos comenzaban a cooperar sin oponer resistencia, muy pocos, diría que apenas un 5% se negó a cooperar, la mayoría de estos aún siguen detenidos o están desaparecidos. No Joaquín, no sé qué pasó con esos elementos sediciosos, pero te aseguro que es mejor no saberlo, mi deber era identificar, infiltrar y arrestar, pero la eliminación le correspondía a otros.

>>Lo cierto es que resultó Joaquín, en menos de un mes logramos controlar la situación y todo volvió a la normalidad. Lo que ha sucedido después ya lo sabes y no te lo voy a recordar porque te pones de mal humor, pero te digo algo Joaquín, esos asesores con los que tuve contacto eran solo unos pocos, nunca los había detallado porque no sabía que buscar, pero ahora lo sé y los veo a todos los niveles, no solo aquí en Venezuela, están en todos lados, si prendo la televisión y pongo CNN, Telesur, Televisión Española o cualquier otro canal de cualquier tendencia y de cualquier lugar, allí están siempre en los telediarios, tú los podrías ver si supieras que buscar Joaquín, todos se parecen mucho, siempre están… asesorando. Están en gobiernos, instituciones, organizaciones internacionales, son como una familia, parecen primos a lo sumo. Son como una raza distinta en si misma.

—No sé qué decirle Mayor, todo esto que me cuenta parece una locura —le respondí al cabo de un eterno silencio—. En realidad no sé qué puedo hacer por usted.

—No quiero que hagas nada Joaquín, al menos no de momento, tómate un tiempo para asimilar mis palabras y… esto también —me dijo mientras me entregaba un Pen-Drive Kingston que sacó del bolsillo de su camisa—. Te dije que te iba a compensar por no haber podido grabar esta charla, debes ver lo que contiene esta memoria, quizá saques mejores conclusiones que yo, y cuando veas el momento apropiado sabrás qué hacer con su contenido, destruirlo o publicarlo, eso lo dejo en tus manos. Aradelia me contó que siempre podías reconocer el momento adecuado, para hacer las cosas adecuadas.

—Hay algo que no entiendo Víctor Jesús —le dije tuteándolo por primera vez—. ¿Por qué me confías esto a mí? ¿Por qué mejor no lo publicas en WikiLeaks?

—Porque Julian Assange y los suyos también están siendo asesorados por estos… individuos —respondió Víctor Jesús con la voz cansada—. Están bien apostados y todo el mundo hace lo que ellos quieren que hagan, por eso recurrí a ti, yo soy bueno para jugar al espía, pero no sé qué hacer con la información recabada.

—Me dejas sin palabras.

—No digas nada y mira el contenido que te acabo de dar. Ha sido un placer conocerte Joaquín, espero que podamos ser amigos de ahora en delante.

—Un momento ¿ya te vas?

—Si Joaquín, tengo cosas que hacer, te confieso que con las bonificaciones que he recibido en el ejército, he podido montar un par de negocios y me voy a dedicar de lleno a eso de ahora en adelante, de algún modo trato de ofrecerle una buena vida a mi familia y al mismo tiempo pasar desapercibido, ahora que ha bajado la marea quiero estar fuera del radar; usted me entiende, así son estos juegos de espías.

Así llegamos hasta aquella tarde en el despacho de Juan José Benceno, director del Info-Tardes, un periódico comprado por el gobierno que con el tiempo se había convertido en un pasquín de propaganda política en su favor, pero que sin embargo mantenía algunos rincones de independencia que ayudaban a mantener la apariencia de ser un periódico balanceado. Yo trabajaba allí desde mis tiempos de estudiante, colaborando con artículos eventuales y luego de licenciarme me aceptaron en la plantilla fija de reporteros, Juan José Benceno, era mi amigo personal desde mis primeros años de carrera, el vio mi capacidad y yo vi su tenacidad, eso forjó una mutua admiración y respeto que perduró con los años.

—¿Qué te trae por aquí Joaquín? ¿No te parece un poco tarde para andar por la redacción?

—Estoy un poco preocupado por algo Jota Jota —le respondí, mientras me sentaba en una incómoda sillita de plástico que el mismo Juan José había elegido para recibir a sus visitas, eso desalentaba a todos a quedarse allí sentados más de dos minutos ya que el dolor de culo los invitaba a levantarse rápidamente y ponerse a trabajar en sus cómodos asientos frente a sus Lap-Tops—. Hace unos días hablé con un amigo militar, y me dio una información que me tiene intranquilo.

—¿Alguna de tus fuentes en el ejército te ha dicho algo interesante? —me preguntó Juan José, con aquel brillo en los ojos que solo tienen los buenos periodistas—. ¿Tengo que mandar a detener las máquinas?

—¡Je, je! no vale, nada de eso —respondí con acritud—. En realidad, no creo que lo que tengo se pueda imprimir.

—¿Ah sí? Ahora si me tienes intrigado Joaquín —dijo Juan José, mi jefe, pero sobre todo, mi amigo—. ¿Necesitas combustible para soltar el gañote?

—Una mayor de edad estaría bien —le respondí, mientras el rebuscaba entre sus cajones y sacaba una botella de whisky Johnnie Walker, dieciocho años—. Gracias Jota Jota, tu si sabes cómo hacerme soltar la lengua.

—De nada Joaquín, de nada —contestó Juan José mientras saboreaba su copa de escoces recién servido—. Ahora sí, desembucha.

—Preferiría no decir nada Jota Jota, pero tranquilo no pongas esa cara, primero quiero que veas un video que te acabo de mandar por correo, debe estar en tu bandeja de entrada —le señalé a Juan José con mi copa de whisky ya casi vacía—. Está como un archivo adjunto.

—Sí, aquí está, vamos a ver de qué se trata, me llegan tantos correos que no me da la vida para verlos todos —respondió Juan José a la vez que hacía unos cuantos clics sobre su portátil con la mano que tenía libre—. Listo.

Me levanté de la incómoda silla y me coloqué junto a Juan José para ver por enésima vez el video que me proporcionó el Mayor Víctor Jesús Vargas.

Se abrió una ventana de reproducción de video en VLC donde se apreciaba una salita de unos cuatro por cuatro metros con un bombillo fluorescente sobre una mesita y una silla como único mobiliario. Era un video sin audio tomado con alguna cámara de vigilancia de poca resolución, quizá era una cámara espía puesta en ese sitio a propósito. Se veían dos personas en la salita, una era mi amigo el Mayor Víctor Jesús Vargas, esposo de Aradela González quien caminaba alrededor de la salita con paso nervioso. El otro personaje era un muchacho bastante joven, tendría unos veinte años como máximo, estaba sentado en una de las sillas de frente a la cámara, desnudo de cintura para arriba y con las manos esposadas detrás de la silla. No podía estar seguro de nada ya que no se veía muy bien la cara del joven, pero no tenía el aspecto de ser un maleante común y corriente, parecía por el contrario un niño de buena familia, tal vez un universitario, aunque no se le veía maltratado físicamente, el muchacho estaba encorvado en su silla mirando de cerca a la mesita que tenía en frente.

En ese momento entró en la salita, por una puerta que no estaba en el encuadre de cámara, un hombre caucásico vestido de traje oscuro y corbata a juego, portaba un extraño maletín plateado en una mano, su manera de vestir me recordaba los personajes de una extraña comedia de ciencia ficción protagonizada por Will Smith y Tommy Lee Jones, solo le faltaban los antejos oscuros; con una señal de cabeza el Mayor Víctor Jesús desapareció por la misma puerta por donde había entrado aquel sujeto. A partir de ese punto, aquel hombre de negro se convirtió en el personaje principal de la escena.

Puso su maletín plateado sobre la mesita, frente a la cara del muchacho esposado, le dirigió algunas palabras al detenido y este le contestó con un movimiento de cabeza, caminó hasta la espalda del muchacho y le quitó las esposas con calma.

El joven se masajeó un momento las muñecas y luego la cara, se podía ver que tenía las palmas de las manos pintadas de blanco, efectivamente era un estudiante capturado durante alguna manifestación en los meses de las famosas guarimbas, se le veía demacrado. Intercambiaron algunas palabras y el asesor desapareció por un momento en una esquina de la habitación para luego reaparecer con un vaso de plástico que puso sobre la mesita frente al muchacho, este procedió a beber el contenido en dos tragos y a limpiarse la boca con sus manos pintadas de blanco, volvieron a intercambiar unas palabras que fueron subiendo de tono con el pasar de las frases, luego el asesor, con hábiles movimientos volvió a esposar las manos de joven, esta vez se podía ver la cara de terror del muchacho que gritaba ante el rostro sereno del asesor, este abrió el extraño maletín y sacó un objeto que parecía un casco de constructor sembrado de electrodos y luces de brillantes colores, conectado con un cable al maletín, el pobre estudiante se removió en su silla lo mejor que pudo, pero no logró combatir los hábiles movimientos del asesor que le colocó el casco sin mayores problemas.

Luego pasó a manipular algunos instrumentos que había dentro del maletín, mientras el joven ponía los ojos en blanco y se quedaba rígido sobre la silla que ocupaba, todo esto mientras se iluminaban sin orden ni concierto las luces sobre el casco, con el transcurrir de los segundos estas luces relumbraron mucho más, haciendo difícil observar el rostro del muchacho.

Hasta que todo terminó.

El final del video se veía como el asesor recogía sus extrañas herramientas de trabajo y se retiraba de la pequeña salita, no sin antes acomodarse el nudo de su corbata. El joven respiraba de manera profunda y pausada sobre la silla, rígido y con la mirada perdida, de la comisura de sus labios caía un hilillo de saliva.

—¡Válgame Dios, esto es de locos Joaquín! ¿De dónde sacaste este video?

—Me lo dio un amigo que trabaja dentro del ejército.

—¿Y cómo se llama ese amigo tuyo?

—No puedo revelar mis fuentes Jota Jota, sabes que es secreto profesional…

—Está bien Joaquín, no te preocupes, se perfectamente lo que hay que hacer en este caso —me interrumpió Juan José, tomó su teléfono celular y marcó un largo número del que le atendieron casi de inmediato—. Si, habla Juan José Benceno…si, el del Info-Tardes…tengo una situación con un reportero…parece que tienen una filtración dentro del ejército…no, no tengo el nombre del soldado, pero se ve su cara perfectamente en un video…si hasta un video llegó a mi correo, ya se los voy a reenviar…si, hay que eliminarlo...si, a su familia también, no deben quedar cabos sueltos…no te preocupes por el reportero, ya lo tengo bajo control…si, está aquí junto a mí, manden a los de limpieza a mi despacho…si, lo paralicé y esta sobre mi alfombra muriéndose rápidamente, seguro se pregunta que le ha pasado mientras me escucha hablar por el teléfono…no se preocupen por él, mañana tendrá un lindo obituario en el periódico, una terrible pérdida para nuestra institución, lástima que fumara tanto, eso puede matar a cualquiera de un momento a otro.

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