Cuentos de hadas a la venezolana: Romeo y Julieta
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Cuentos de hadas a la venezolana: Romeo y Julieta


Érase una vez… No. Empecemos esta historia por el lado correcto, “Romeo y Julieta” es la historia de dos de amor de dos jóvenes (inmaduros) de familias rivales. Si la historia fuera en la Venezuela chavista, Julieta se llamaría Julliete y sería algo así como la hija de María Corina Machado. Romeo tendría de apodo “El Romeo” y su apellido podría ser Chávez, Maduro, Cabello o Flores, yo elijo Flores.

Sí, también podríamos jugar con que Romeo es Capriles, López o Mendoza, y Julieta comandante de algún círculo bolivariano. Elige la que más te guste. Yo prefiero a Julieta sifrina y a un Romeo narco.

Lo que sí es cierto es que Julliete no puede vivir en Venezuela. Ella tuvo que crecer lejos del daño causado por el chavismo. Ella no pudo ver de primera mano como el gobierno golpeaba, apedreaba, insultaba, reprimía, y se burlaba de su madre. Julliete sólo lo vio en Youtube, lo retweeteó, lo leyó en las noticias. Tampoco, pudo ser una estudiante que resultó herida en una marcha, o que fue apresada por la Policía Nacional para luego ser violada, torturada y golpeada, o que vio como le mataban a su hermano en plena marcha. Ni se nos ocurra que Julliete haya vivido la inseguridad, ella nunca fue secuestrada, asaltada o vio como le mataban a un familiar por un celular.

En fin, tiene que ser una niña fresa y un poco indiferente al daño que chavismo ha hecho. El Romeo y Julliete viven en Londres. La familia de Julliete es demasiado sifrina para tenerla estudiando en Miami y El Romero no tiene visa y además su familia sufría las sanciones del gobierno gringo.

Se conocieron en un concierto. El Romeo pensó que era la muchacha más bonita de todo el lugar. Lleno de confianza se acercó a ella y le habló en un inglés tan malo que ella supo que no de londinense poco. Pronto supieron que eran venezolanos, se tomaron unas cervezas, se echaron unas miraditas, y se dieron los besos.

Los siguientes días fueron idílicos, flores, chocolates, cenas, sexo y mensajitos. El paraíso comenzó a caer cuando se empezaron a seguir en las redes sociales y descubrieron de que lado de la historia estaban. La noticia fue impresionante para ambos. No sabían qué hacer o cómo actuar. Probaron dejar de verse, total sólo habían salido un par de semanas, era mejor terminar con ese problema de raíz. Hay que admitir que hicieron el intento, se dejaron de hablar por… dos días. Al final decidieron que su amor era único y que tenían que luchar por él.

Cuando las familias se enteraron el infierno comenzó. Al comienzo los Flores estaban encantados, ese romance les serviría para atacar a la madre de Julliete. Lo publicitarían, harían que la muchacha saliera en Venezolana de Televisión, y si tenían suerte que hablara mal de la madre. Aunque El Romeo no es santo de mi devoción, se portó muy bien y se negó al juego de su familia. No quería que nadie le hiciera daño a su amada.

Por su parte, los Machados no estaban tan contentos. La madre de Julliete puso el grito ene cielo. Llevaba dos décadas luchando contra un régimen y su hija había decido encapricharse con uno de ellos. Su primera idea era ir a Londres y sacarla de allí por los pelos (nunca haría algo así, por eso la niña era tan malcriada), pero el gobierno había dictado medidas cautelares, no podía salir del país. Lo único que podía hacer era llamar a su hija y suplicarle que lo pensara, que había millones de hombres en el mundo que no estaban involucrados con un cartel de drogas y era causantes de la muerte de millones de venezolanos.

Julliete, como buena malcriada, se aferró a llevarle la contraria a su mamá. La amenaza de la familia Machado fue clara, si seguía con ese hombre dejaría de pasarle dinero. Por su parte, los Flores le pidieron cortésmente a El Romeo que dejara a la oligarca. El muchacho se negó, su familia era de armas tomar (textualmente), así que lograron que le quitaran la visa de estudiante de Julliete. Tenía que abandonar Inglaterra en una semana.

No hay nada que nos impulse más hacia el amor que los obstáculos, pronto caemos en la tentación del deseo por lo prohibido, por demostrarle a mundo que está equivocada y que nosotros tenemos la razón. Nuestros protagonistas se quisieron más al saber que sus familias habían tomado acciones para separarlo. No dudaron ni un minuto en sus próximos pasos. Con ayuda de un amigo, lograron planear su futuro.

Se casarían en secreto. Le harían creer a sus familias que habían ganado. Ya siendo marido y mujer, Julliete se iría a Miami, ella era americana y sus primas la ayudarían a establecerse: conseguir un trabajo, un apartamento y un patrocinante. Sí, para pedir a un marido legalmente en Estados Unidos cuando no se han presentado al menos dos años de impuestos, se necesita un patrocinante, alguien que se haga responsable por la persona pedida. Por supuesto, Julliete no le había contado toda la historia a sus primas, había obviado la parte chavista, y la idea era que en cuanto su nuevo marido llegara al imperio, irse a algún estado con pocos venezolanos porque en la Florida había venezolanos en todas las equinas, criollos que podían identificarlo y hacerle escarche.

Mientras todo esto pasaba, El Romeo estaría en Londres mejorando su inglés, pero sobre todo ahorrando. Su familia le seguía pasando mucho dinero. Claro, aunque su intención era buena, se la pasaba de juerga, mucho no ahorró.

El plan se hizo como se planteó. Julliete pidió a su esposo ante el gobierno americano, vinieron muchas entrevistas, papeleo y mucha investigación. Entre proceso y proceso, pasaban días, semanas y meses. Era eterno. Aunque se hablaban a diario a través de todos los medios posibles: Whatsapp, Skype, Facebook, Instagram y más, las dudas empezaron ¿Cuánto durarían a punta de sexo online? ¿Quién sería el primero en montarle los cachos al otro? ¿Se lo contaría? Ambos estaban desesperados y celosos.

Y llegó la respuesta. Habían negado la residencia a El Romero, la familia Flores estaba absolutamente vetada sobre todo unos primos de El Romeo que terminaron presos por narcotráfico. Lloraron por dos días. Estaban desolados.

Lo bueno es que sus padres aún no sabían del matrimonio. Pensaron ir a un país latinoamericano, allí sería más fácil empezar de cero y usar los dólares de ambas familias. Ecuador y Panamá quedaron descartados por la xenofobia hacia los venezolanos. En Chile había muchos amigos de Julliete, lo que significaba que ellos le harían la vida imposible a la pareja. Finalmente, se decidieron por Paraguay. No estaban seguros si este país existía, por lo mismo había pocos compatriotas.

El reencuentro fue mágico. Tenían demasiado amor guardado, fue una verdadera luna de miel. La felicidad por fin llegaba. Hasta que…

La tragedia llegó a las semanas de encontrarse en el nuevo país. Sí, fue el acabose. Después de eso, lo que vino fue puras lágrimas y sufrimiento.

No, no se suicidaron como los de la historia original. Eso está pasado de moda. Fue casi peor, ambas familias descubrieron el matrimonio y dejaron de pasarles dinero. Así que se encontraron, muy enamorados y sin dinero. Al principio no se dejaron amedrentar, se pusieron a trabajar duro. Pero emigrar nunca es fácil. Los trabajos no les daban para la clase de vida a la que se habían acostumbrado, además los horarios no coincidían y siempre estaban cansados. Ambos ganaron peso y El Romeo se llevó sus malas mañas al nuevo país, así que se metió en varios alborotos.

El cuento más romántico de la historia terminó en menos de un año de trabajo duro, pelazón y rutina.

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