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Cuentos de hadas a la venezolana: Rapuncel


Había una vez un país muy hermoso, desordenado y olvidadizo que cayó bajo el embrujo de un hombre malvado (muy feo, por cierto) que tenía el don de la palabra (era capaz de convencer a más fitness de comer pan blanco). Más de la mitad del país fue a votar por este hombre quien hizo que esta tierra entrara en un hechizo total y que le dio el control absoluto del lugar.

En el principio de esos tiempos había una pareja que soñaba con tener hijos. Habían hecho de todo: baños de leche de llama, rezos a la Rosa Mística, batidos de gónadas de toro, inseminaciones artificiales y nada. Hasta que un día se rindieron y decidieron no tener hijos, ese día la mujer quedó embarazada.

El embarazo fue difícil, principalmente porque estaban muy asustados ante la posibilidad de perder el bebé. También, porque la mujer tuvo antojos complicados. Por ejemplo, le dio por querer las frutas exóticas que crecían en el jardín de su vecina. El esposo rendido ante tanta presión decidió ir y robarse un par de las frutas. La vecina lo atrapó infraganti y le dijo que como castigo deberían entregarle la niña en cuanto naciera … lo que nunca pasó (esta no es la versión original de este cuento). Al final,

el tipo le pidió disculpas y le pagó los daños.

La niña nació y todos eran muy felices. La llamaron Rapuncel, Ra por su papá Ramón, Pun por su abuela Purificación y Cel por su mamá Cecilia.

Rapuncel creció convirtiéndose en una joven muy bonita, de estatura mediana, tez color trópico y cabello largo, muy largo y rubio (para nada natural).

Rapuncel no creía en príncipes azules, ni en monstruos bajo la cama. En cambio, sí creía en intangibles como libertad, democracia e igualdad. Dividía su tiempo entre sus estudios de economía en la UCV y en protestar porque ella no se conformaba con escribir en Twitter, ella salía a la calle, tragaba gas lacrimógeno y ayudaba a los heridos.

¿Como que me falta explicar un poco más, verdad? En el país caribeño el gobierno era autocrático e inclemente, no había una democracia real y los jóvenes salía a las calles a protestar. Mientras que los estudiantes iban con pancartas y cantos, el gobierno los reprimía con policías, militares, tanquetas, bombas lacrimógenas y perdigones. Rapuncel vio como mataban y herían jóvenes, pero eso no la detuvo.

Un día, uno terrible, uno que ella nunca olvidará, los policías detuvieron a Rapuncel sin ninguna justificación. Ella no hacía nada más que cantar y gritar en una protesta, lo que no era ningún delito.

Desde el primer momento que Rapuncel estuvo detenida comenzó a recibir torturas: la golpearon, amenazaron, le escupieron, le pegaron con palos, le llenaron el hermoso y rubio cabello de heces, le lanzaron baldes de orina, comía alimentos podridos, no le daban ni agua para beber y por supuesto la violaron innumerables veces, todas con violencia, maltratando, dañando, haciendo sufrir con saña.

Los primeros tres meses estuvo incomunicada de su familia. Gracias a los abogados del foro penal pudieron ubicarla. Para ese momento, Rapuncel no era ni la sombra de lo que había sido, habían logrado destruirla física y mentalmente.

Una vez ubicada, su familia la visitaba cuándo podía, cuando se lo permitía. Le llevaban comida y agua, pero los guardias se la quedaban. Muchas veces pensó en suicidarse, la única forma era con una huelga de hambre, pero su madre le suplicaba que no lo hiciera.

La trasladaron a numerosos lugares, los peores fueron “La Tumba” y “26 de Julio”. Por suerte (por usar una expresión), pasado el primer aniversario como detenida, nuevas protestas comenzaron y hubo toda una renovada tanda de presos políticos, carne fresca para torturar y maltratar. Así que Rapuncel fue olvidada y llevada a un calabozo en lo alto de un edificio. Un edificio que estaba a medio hacer (iba a ser un hotel) y que el gobierno había expropiado para nunca terminarlo y usarlo para sus fechorías.

En el edificio, fue encerrada en una habitación con una ventana a un parque nacional que ya nadie visitaba por miedo a la inseguridad. Esta nueva prisión fue la menos terrible de todas. Gracias a la ventana podía ver la luz del sol, había olvidado lo bello que era el cielo luego de un año encerrada en calabozos en el suelo donde los guardias le escupían, orinaban y tiraban basura. En el hotel convertido en cárcel, Rapuncel se pudo bañar y podía lavar su cabello cada quince días lo que le permitió recuperar un poco de su anterior esplendor.

En todo este tiempo su familia y el Foro Penal lucharon por su libertad, hicieron campañas en redes sociales, concentraciones, misas, cacerolazos, se encadenaron, escribieron poemas, pero nada funcionaba. Es muy difícil conseguir justicia en un país donde sistema la justicia y el gobierno tenía el poder absoluto.

Uno de los jóvenes abogados de El Foro Penal, la fue visitar, era la primera vez que la veía bañada y con su cabello peinado y quedó enamorado de ella. El Licenciado Rey le contó de sus sentimientos a la cuarta visita, pero ya Rapuncel no tenía corazón para enamorarse. Incluso, cuando una de las guardias nacionales que la cuidaban le cortó el pelo casi al rape para venderlo, Rapuncel ni se inmutó. Ella sólo quería morirse, y ni eso podía.

Y llegó el día, dos años después de su detención. El gobierno por la presión internacional (es decir, porque le estaban congelando todos los bienes en el exterior) le dio libertad a un grupo de presos políticos y Rapuncel estaba entre ellos. Dijeron que la dejarían en libertad un jueves, pero su familia tuvo que esperar dos semanas enfrente a la puerta de la nueva cárcel para verla salir.

El Licenciado Rey no se rindió en su echadera de perros. Y luego de muchos meses de insistencia, y de psiquiatra para Rapuncel, consiguió que fueran novios y hasta casarse con ella. Y fueron felices para… en realidad nunca.

Él era un buen hombre, pero el matrimonio no funcionó. Después de tantas violaciones, Rapuncel era incapaz de tener intimidad con su esposo y cuando lo tenía sólo podía llorar. Las pesadillas aún la atacan en las noches porque el calvario de un preso político no se termina con su liberación, lo persigue de por vida.

Ahora, Rapuncel vive en España, tratando de parecer una mujer normal con su cabello nuevamente largo y con tres días a la semana de terapia.

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