Cientos de poemas de dolor y una revolución desesperada: 30 de julio
Un domingo de julio, pero no uno cualquiera.
El día en que la ilegalidad se hacía voto.
Un domingo rojo, muy rojito.
Una docena de venezolanos nos dejaron ese día.
Ríos de sangre recorrieron el país,
Sucre, Lara, Táchira y Mérida.
Ricardo creía en la política,
confiaba su ideología al partido blanco.
Ese día rojo
protestaba enfrente de su casa.
Un disparo en la cabeza
terminó su presente de veintisiete años.
Luis Eduardo y Alberto
ni si quiera protestaban.
No hacían nada, miraban,
en realidad, solo curioseaban.
Uno el balcón de su casa,
el otro en la calle.
Los colectivos saludaron
haciendo lo que mejor saben:
Disparar a todos. Matar a todos.
A ambos les dejaron
el pecho lleno de agujeros.
La muerte de Adrián es todo confusión.
Demasiadas versiones
con el mismo final.
Asesinaron a un niño de trece años
con un disparo en la cabeza.
Como todo domingo, Ender debía
estar jugando fútbol. No,
resolvió que la Constituyente no
servía.
Él decidió trancar la avenida.
Apenas mayor de edad, un balazo
en la ingle recibió
Lo mandó a cirugía
donde murió.
La represión no discrimina.
Esta vez la víctima es el uniformado,
Ronald trabajaba ese día convulso.
El torbellino del caos, de los colectivos
de los manifestantes, le explotaron
en el rostro.
Luis protestaba en una barricada.
A sus cuarenta y tres años él luchaba
por la Venezuela que extrañaba.
Se sospecha que fue un uniformado
pero no hay culpables en la cárcel.
Lo único que se sabe
es Luis con un disparo en la cabeza.
Ángelo y Eduardo se atrevieron a más.
Quería evitar la Constituyente a todo lugar.
En la escuela donde peleaban
la fatalidad entró.
Querían robarse el material electoral,
la autoridad no lo permitió,
con la muerte los paró.
José Fernando protestaba desarmado,
sólo su pasión y su voz lo acompañaban,
la Guardia Nacional y la Policía Nacional
estaban allí para proteger
a los colectivos que a José Fernando asesinaron.
Juan José madrugó aquel domingo.
Quería evitar que las votaciones se iniciaran
desarmado peleó contra los uniformados
quienes con su vida acabaron.
La pena de muerte es nueva,
al menos en la Constitución no está.
Haider se excedió, así no se protesta.
A sus diecinueve años,
la locura de él se apoderó.
Intentó robar un fusil y una pistola
la autoridad no lo perdonó
El treinta de julio era un día de votación,
de democracia falsa, de democracia ilegal.
Una Asamblea Constituyente
el gobierno quería instaurar.
Una constituyente como excusa para ser tirano,
para terminar con los órganos del estado.
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