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Cientos de poemas de dolor y una revolución desesperada: Maldad y sangre


Ciento cincuenta y siete.

Un número cualquiera, insignificante,

Muy caro.

No son dólares, ni kilos, ni amantes,

Son muertos. No, son asesinados,

Son mártires.

157 almas que nos robaron,

Que extrañamos.

Virgilio tenía nombre épico, histórico.

Ahora es parte de la historia de Venezuela,

De la historia triste, de la que queremos olvidar,

De la que nunca debemos olvidar.

Virgilio es un mártir, nuestro mártir.

Tenía veinte años, quince meses preso.

Murió solo, enfermo, torturado,

De hambre, soledad, maldad y miedo.

Virgilio salió a protestar un día de septiembre.

El tricolor lo acompañaba en su casco.

Fue la última vez que vio el sol.

Su única arma fue su voz, su ímpetu,

Sus ganas de libertad.

Estaba cansado de tener hambre,

De la tristeza, del rojo, de la maldad.

Virgilio no fue juzgado,

Sólo acusado, sentenciado

Por protestar, por gritar libertad.

Lo convirtieron en un preso político,

Lo torturaron por pura maldad.

Virgilio comió cucarachas, gusanos,

Todo estaba en mal estado.

Eso cuando lo dejaban comer.

No vio comida, no vio justicia.

Encerrado solo vivió la maldad.

Virgilio pronto enfermó, sucumbió

A la fiebre, al vómito, a la sangre.

Las medicinas que su familia mandó

Nunca llegaron. Sus captores se las ocultaron.

Lo dejaron morir,

Nos lo destruyeron por dentro y por fuera.

El chavismo condenó y asesinó a Virgilio.

El chavismo nos robó, mató, torturó a Virgilio.

En las protestas del año diecisiete de este milenio

Nos mataron, asesinaron a 157 venezolanos.

Virgilio es el ciento cincuenta y ocho

A punta de maldad, vómito y sangre.

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