Nos casamos por amor... y por los papeles
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Nos casamos por amor... y por los papeles


Pertenezco a una generación bien curiosa. La verdad aún no sé si somos parte de la generación X o somos de los índigos o millennials, y no me interesa saberlo. Lo que sí es cierto es que no has tocado vivir situaciones únicas (no por ello positivas). Más allá del hecho que todo el cambio tecnológico nos llegó ya en la adolescencia, o que fuimos forzados a vestir la moda de los ochentas por nuestros padres, como venezolanos sólo conocimos la tragedia. El país rico y paradisíaco es una leyenda urbana, somos la generación del Viernes Negro.

Yo nunca supe que era caminar tranquila por la calle, incluso viví El Caracazo, los dos intentos de golpe del 92, el chiripero, y por supuesto la tragedia que ha significado Hugo Chávez. La idea de este texto no es hablar sobre ello en detalle (de eso de trata esta página web). Pero hay algo que está viviendo mi generación que no le pasó ni a nuestros padres y ni a nuestros abuelos: Nos casamos por los papeles.

Nosotras nos criamos viendo telenovelas y películas donde la protagonista termina la historia con una gran boda. El día de nuestro matrimonio es un día soñado, un día que planeamos e imaginamos desde siempre. Cuál será nuestro vestido, quiénes será los invitados, en cuál salón de fiesta o iglesia. La boda seguro tendría un grupo en vivo que cantaría el merengue ochentoso con el crecimos, el DJ debía colocar en la hora loca “Música Ligera” y alguna de Servando y Florentino. Una suculenta mesa de quesos traídos de Margarita, bandejas llenas de tequeños y algún pasapalo con tocineta mientras los novios pasan más tiempo con el fotógrafo que con los invitados. Muy pocos vivimos esa realidad.

Con la situación del país, un primer grupo tuvo que casarse con un presupuesto bastante pequeño comparado con el soñad, por lo tanto menos invitados, pero ellos de algún modo se salvaron. Hoy en día la mayoría de mis amigos se casan apurados, más como un paso legal que por celebrar el amor entre dos personas. Hay quienes se casan antes de irse del país, un par de semanas antes de tomar ese vuelo definitivo, es una boda muy íntima, sólo por el civil y muchas veces en la misma jefatura. Lo bueno de este tipo de boda es que nuestros padres pueden estar presentes.

Otro grupo se salen del país como novios (así es más fácil emigrar, estás acompañado y además son dos sueldos con que vivir). Lo triste es que hay un punto donde es necesario casarse, ya sea porque dos visas de estudiante necesitan de mucho dinero, o para pedir el asilo político, o porque uno de los dos tiene la nacionalidad, o hay que pedir un nuevo tipo de visa. Allí la boda es más pequeña y llena de extraños, la familia puede verlo todo en vivo por Skype y los amigos las fotos en Facebook, es casi una boda virtual. Y el último grupo está conformado por aquellos que celebran su boda con un no-venezolano para obtener los papeles del país donde vive, esto puede ser pagando o con una persona con la que en otras condiciones nunca se hubieran casado.

En conclusión nos estamos casando apurados, solos y sin fiesta, al menos la mayoría de los casos por amor, pero definitivamente no son las bodas que soñamos.

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