El Virus de ser Emigrante
Ser venezolano
cambió de ser un orgullo,
a ser un castigo.
Cual protagonista de telenovela,
Cenicienta moderna,
sufrimos a diario
cientos de torturas.
Descalabra en el corazón.
Ser venezolano
es vivir
sin comida,
sin electricidad,
sin agua,
sin medicinas.
Ser venezolano
es emigrar,
vivir en un país diferente
sin felicidad porque
la tristeza te persigue,
el dolor no te abandona.
Ser venezolano
es protestar
y ser asesinado,
es votar
y que te roban las elecciones,
es luchar a diario
por un mejor país
aunque sea peligroso,
aunque sea un delito.
Ser venezolano
es que Tony Blair
te llame cobarde,
te diga que es tu culpa,
un grupo de narcotraficantes
secuestra tu país,
pero tú eres el culpable.
Tony Blair que vive
en la puntualidad inglesa,
con su reina,
su orden, su legalidad.
Tony Blair que en su vida
ha tenido que llorar,
que ver en vivo
a un joven estudiante
ser asesinado a sangre fría
por la Guardia Nacional.
Ser venezolano
es ser extranjero
en todas partes.
Es vivir en tu país
sin sentirlo tuyo,
lleno de lugares
que hoy te son ajenos.
Extrañar tu comida,
tus amigos, tus amores,
tus olores
porque ya no existen
aunque tú no te muevas
de tu cuadra.
Es quedarte solo
por creer en tu tierra.
Ser venezolano
es emigrar sintiéndose
traidor. Traidor
a tu familia, a tu tierra
a tus esperanzas, a tu futuro.
Es sentirte que te rendiste,
que fracasaste como ciudadano.
Ser venezolano
significa expatriarse
de muchas maneras,
durante dos décadas.
Ser muchos tipos
de emigrantes a la vez.
***
¿Qué tipo de emigrante eres tú?
¿El planificado?
Eso fue hace diez años.
El que vio el desastre con tiempo.
Lo sé, nunca llegaste a imaginar
el terror que vivimos.
Nadie lo hizo.
Solo supiste que no mejoraría.
Te fuiste en avión,
con dólares en el bolsillo,
con trabajo, con un plan,
con visa aprobada.
Emigraste en un mundo
donde los venezolanos
era queridos, aceptados.
Eran extranjeros con dinero.
¿Qué tipo de emigrante eres tú?
¿El optimista?
Apenas estás empezando.
Esperaste hasta el último momento
a que todo cambiara.
Y cambió…
Hacia el horror.
Vives la xenofobia,
las malas caras
las miradas acusadoras,
te miran como si fueras
un criminal.
Lo eres, eres un ilegal,
ya no hay visas para ti.
Esperaste tanto
qué te fuiste en la ola
desesperada.
Para ti no había avión,
ni si quiera autobús,
te tocó caminar semanas
sin dinero,
mendigando la comida.
Emigraste en un mundo
donde los venezolanos
son un problema,
son extranjeros sin dinero.
No importa qué tipo
de emigrante eres,
le mientas al mundo.
Publicas fotos alegres,
agradeces paisaje,
temperatura, culturas.
Mientes.
Detrás de cada sonrisa
escondes tu miedo.
Estás asustado.
Nada absolutamente nada
es como lo imaginaste.
El dinero se acabó hace rato.
Haces cuentas para pagar la renta
que pende de un hilo.
Te pueden botar cuando quieran,
eres casi un ilegal,
no hay sistema que te ampare,
y si lo hay…
no te quiere amparar.
No importa qué tipo
de emigrante eres,
llamas a tus papás
y mientes.
No quieres preocuparlos
con tu dolor, con tu ansiedad,
con tu culpa, con tus lágrimas.
Todo está bien,
les dices con tu mejor
cara, con tu mejor voz.
Envías el dinero que puedes,
nunca es suficiente,
es poco, muy poco.
Te sacrificas,
prefieres que piensen
que eres tacaño
a un fracasado.
Fracasado.
Así te sientes.
Ya tienes cierta edad,
tu presente no se parece
ni de cerca
al futuro que soñaste.
***
Ser emigrante venezolano
a los veinte es
no poder ir a la universidad.
Es muy cara,
pagas como extranjero,
y pensar que en tu país
es casi gratis.
No estudias, trabajas demasiado.
Ni rumbear puedes,
es caro, estás siempre cansado.
La rumba no te alegra,
en realidad, te hace sentir solo.
Ser emigrante venezolano
a los treinta es
empezar de nuevo.
Tu sí estudiaste,
en este momento no sabes
de qué te sirve.
Tu vida laboral
ya no importa,
es un inútil pasado.
Tu vida amorosa es extranjera,
porque aunque emigres casado
un matrimonio en otro país
es otro matrimonio.
Con suerte,
tus hijos son pequeños
se adaptan pronto
a la nueva cultura,
si te descuidas, te hablan
en otro idioma.
Sin suerte,
tuviste que dejar a tus hijos atrás,
no pudiste llevarlo contigo,
no merecen sufrir más.
Al menos con tu dinero
viven mejor mientras
ahorras para darles
una vida mejor.
Ser emigrante venezolano
a los cuarentas o los cincuentas
es haber construido
por décadas una vida
que ya no es válida.
Te exigen que lo la recuerdes
¿De qué te sirve
vivir en el pasado?
Renuncias a tu vida,
encaras una nueva.
No te gusta,
no importa,
la prioridad es la familia.
Los niños son mayores,
adaptarse no es fácil,
extrañan…
comprenden el cambio.
Ser emigrante venezolano
después de los sesenta
es no serlo.
Te quedaste.
No quieres ser una carga.
Eres muy mayor para empezar.
La novedad del cambio
es demasiado para ti.
Quizás aceptaste el reto.
Te convertiste en un emigrante
a una edad que deberías jubilarte.
La experiencia es peor
de lo que imaginaste.
Al menos no está solo,
al menos tienes los tuyos.
Sin importar la edad
luchas cada día
por tu vida, por tu familia.
No importa donde
te encuentres
en Venezuela,
en otro país
cada día es una lucha.
Lo logras.
Hoy las noticias son buenas,
incluso sientes felicidad.
Felicidad que llega
con remordimiento
porque es imposible
ser feliz cuando
tu gentilicio se desmorona.
No existe el día perfecto.
No puedes ser feliz
Venezuela te persigue
te caza, te come,
te quiebra para siempre.
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